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Huellas de un periodista cultivado

Publicado: 2011-09-13

Pocas veces el rigor periodístico puede fermentar tan bien en la talla humana de un maestro como Manuel Jesús Orbegozo (MJO), porque detrás del periodista hubo sin duda una gran persona. Enemigo de la soberbia, ese mal con que algunos se disfrazan para ocultar sus miserias, supo cultivar la humildad en sus actos y pensamientos.

Fotógrafo, poeta, cronista, reportero, viajero, humanista y trujillano amante de la marinera. En su pluma subyace un legado que quedará tatuado en el talento de muchas generaciones que llevamos la prensa escrita en la sangre.

Un artífice en el manejo de la palabra puesta en la búsqueda incansable de la verdad. Persistente en la obtención de una noticia cuyo cuerpo destilaba las emociones más oscuras de sus protagonistas, mostrando al mundo lo que pocos han logrado.

Un férreo combatiente del buen periodismo desde que se inició en el oficio. Se hizo conocido por el relieve de sus destacados encuentros con Mao Tse Tung, Gorvachov, Pablo Neruda, Juan Pablo II, Pol Pot, Hemingway, Borges, en las que una mirada puesta en el nervio humano se equilibraba sabiamente con la textura intelectual.

En su paso por el Diario El Comercio, La Crónica, Expreso y El Peruano pergeñó una obra prolífica pocas veces superable. Profesor querido en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde desplegó una sólida vocación docente cuyo eje fue enseñar con amor, compartiendo con sus alumnos el exquisito manjar de sus experiencias.

Un hombre que hizo del periodismo una virtud, que supo propiciar al lector un encuentro íntimo con cada historia, hilvanada en las flexibles paredes de un alma que con frecuencia era arrebozada por titulares y portadas.

Bastaba con que sus pasos dejaran huella en algún espacio recóndito del mundo para que sus crónicas periodísticas nos transportaran al mismo lugar de los hechos, haciéndonos partícipes de un escenario histórico a fines del siglo XX.

Sus historias eran depositarias de los conflictos internos a los que está sometido todo ser humano, de esas batallas libradas en medio de una zona de conflicto bélico o en las consecuencias de un desastre natural.

Porque cuando cubría acontecimientos de impacto mundial en Iraq, China, Vietnam, Camboya, El Congo o Angola, regresaba preñado de encuentros, historias, relatos, anécdotas, fotografías y vivencias tan hondas que parecían congeladas en el tiempo.

Por suerte la portentosa ancla de su objetividad no estuvo divorciada nunca de su preocupación constante por descubrir respuestas que permitan construir un futuro más sensato.

Adaptado a los desafíos de los tiempos modernos, nos dejó el blog: “El mundo, un día”, en el que además de emitir opiniones políticas, también habló de educación, diplomacia, literatura, historia, nación y otros temas inherentes a nuestro crecimiento cultural. Pero hay un ingrediente común en esos ‘posts’: la frescura de la libertad hecha palabra.

Con absoluta certeza, precisó que “sin pasión, el periodismo es una labor de medio pelo”. Convencido de que el periodista “es un maestro permanente de la sociedad”. Porque para MJO, un periodista cabal debe ser eminentemente técnico, ético y profundamente humano.


Escrito por

Carlos Alberto Rosales Purizac

Periodista, columnista, curioso, pensador, poeta. Políticamente incorrecto. Contra la corriente.Amo el mar y la naturaleza. Mi pasión es el arte en todas sus vertientes.


Publicado en

Carlos Rosales Purizaca

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