El clamor de una Ica olvidada
Como suele ocurrir en otros lugares de nuestro país, Ica es una moneda con caras opuestas. Hay una Ica pujante, cuya clase media y acomodada se beneficia de la agroexportación y del turismo, con una perspectiva de desarrollo auspiciosa y benevolente.
Pero también hay otra que quedó enterrada en el olvido, cuyas demandas subyacen dormidas en medio de ese polvo en el que quedaron convertidas sus construcciones después del terremoto de 2007, del cual miles de familias aún no se recuperan.
No es posible que se haya usado solo el 20% de los bonos a los damnificados y que el hospital de Ica no cuente con agua para poder brindar un servicio óptimo a los pacientes.
Porque aunque parezca inverosímil, aún existen personas que viven entre plásticos, esteras y pedazos de madera, dejando que el crudo frío de este invierno se apodere de sus huesos, calando más la miseria en la que viven y exponiendo a cuantiosos riesgos la salud de los niños. En este contexto, la furia de los temibles vientos Paracas termina haciendo menos daño que la indiferencia de las autoridades.
¿Cómo explicarles a esas nuevas generaciones que después de cuatro años del terremoto, nuestras autoridades han sido incapaces de generar una reconstrucción transparente y sensata que le devuelva a los damnificados espacios seguros para vivir dignamente?
Razón no les falta entonces a los miles de iqueños quejándose por deleznables actos de corrupción en los que incurren algunos funcionarios públicos, quienes en vez de ayudar a los más pobres se llenan los bolsillos, satisfaciendo burdamente sus intereses personales.
Miseria y corrupción son dos males endémicos que aquejan a Ica, porque para descubrir la desigualdad social no hace falta caminar algunos kilómetros desde su Plaza de Armas, donde acaso la desidia sea el disfraz con el que muchas autoridades se visten para esconder actos reñidos con la ética en el actuar público.
Claro. Vivimos en democracia, pero solo tendrá sentido cuando las buenas intenciones que se tejen en este experimento político de descentralizar las actividades del Congreso de la República, se plasmen en acciones concretas de inclusión social, y así solucionar las enormes demandas legítimas que miles de iqueños presentaron en las audiencias distritales.
Lo curioso es que la mayoría de esos pedidos no pueden ser atendidos por los parlamentarios pues es una condición que le compete exclusivamente al ejecutivo.
Por eso, si bien es saludable la intención de acercarse al pueblo, lo idóneo hubiera sido realizar una sesión del Consejo de Ministros descentralizada, pues son ellos los que pueden tomar cartas en el asunto respecto a la titulación de tierras, pensión a jubilados, formalización de la pesca artesanal, equipamiento de hospitales, inseguridad ciudadana, construcción de colegios y reforma urgente del poder judicial. A los congresistas les compete realizar eficazmente su labor legislativa y fiscalizadora.
El pueblo iqueño, chinchano y pisqueño necesita obras concretas y no demagogia barata. Ellos requieren políticas permanentes que superen el asistencialismo facilista y contraproducente.
La educación es una de nuestras grandes carencias. En el nivel superior debe ser una herramienta que permita fomentar la investigación y el desarrollo científico y tecnológico. La creación de la Universidad Nacional Tecnológica de Chincha debe ser atendida con la seriedad que merece para evitar que las negligencias propias de la improvisación susciten conflictos como los que ocurrieron en Huancavelica.
Los congresistas están llamados a presentar a los ministros las demandas de la población y hacer un seguimiento continuo para que se implementen medidas de actuación. La corrupción en el sector judicial es un clamor local que debe ser atendido de forma inmediata.
Ica es un lugar acogedor que a diario recibe la visita de turistas ansiosos de conocer y disfrutar de sus bondades naturales y gastronómicas. Pero esas ventajas comparativas no pueden quedar desdibujadas por una realidad en la que los pobladores han sido olvidados a su suerte, donde la labor del Estado ha brillado por su ausencia.