Después de la tempestad, viene “La Calma”
El terremoto que azotó la ciudad de Pisco marcó un antes y un después en la vida de Jorge Luis Solís, personaje principal del corto “La calma”, de Fernando Vílchez, que participó en el Festival de Cine de Berlín, Berlinale 2011; premiado en el Festival de Lima y que hace poco se proyectó en la sala del Cine Club de Pueblo Libre.
Este documental muestra los efectos del terremoto en la vida personal de Jorge Luis y hurga en su interior para encontrar esas consecuencias perdidas en el tiempo, en medio de una voluntad desorientada que solo atisba a mirar el desencuentro entre un pasado que prefiere enterrar y un futuro incierto que no logra asumir.
Expone la forma despiadada en la que las esquirlas de esa tragedia irrumpieron sin permiso en Jorge Luis, generando un punto de quiebre, una ruptura en su vida cotidiana, pues a partir de entonces ya nada sería igual.
Con acierto Fernando Vílchez precisa que a veces es necesario negar algo para saber que existe, porque su omisión hace sentir más notoria su presencia, porque cuando la mirada queda inmóvil ante una imagen que sabes que le falta algo, propicia un conflicto interior que te obliga a valorar lo vivido. Como ese lobo muerto que rompe el sosiego aparente de un mar inofensivo.
Jorge Luis nos muestra a través de su mirada perdida, una tristeza inagotable que se pierde en el horizonte, al contemplar los restos de un pueblo que nunca más recuperará lo perdido.
A lo largo del corto no hace falta oír ninguna voz para comprender lo narrado, porque el silencio se convierte en el mejor vaso comunicante, y las imágenes logran pergeñar la sensibilidad del espectador, haciéndolo cómplice de esa soledad a la que está obligado a vivir el personaje.
De a ratos, el documental lanza con acierto ciertas frases, que tienen más efecto que un grito, que hacen eco en la memoria y nos hacen vivir por momentos una realidad que a miles de damnificados les fue esquiva.
“De tanto polvo uno va quedando limpio”
El personaje principal, que fuera símbolo de los sobrevivientes del terremoto, prácticamente resucitó entre los escombros, su cuerpo fue rescatado de ese polvo en el que un día nos convertiremos.
Mientras le sacaban las piedras que le cayeron encima, su cuerpo entero quedó paralizado por el miedo, al escuchar los gritos desesperados de la gente y ver el fuego que consumía un vehículo situado algunos metros detrás de él.
En medio del trabajo fílmico descubrimos también una historia de amor interrumpida por la furia de la naturaleza, una despedida involuntaria, cuyos momentos previos tienen esa dosis de felicidad congelada porque se ignora lo que ocurrirá en el instante siguiente.
“Hay un lugar donde las máquinas aún no llegan”
Días después de ocurrida la tragedia en Pisco, las máquinas tratan de limpiar las calles preñadas de escombros y mientras esas imágenes lapidan nuestras emociones, el documental nos regala un dato curioso, hay un lugar donde las máquinas no llegan, sitio preferido por los visitantes: el cementerio.
Porque hasta los restos de los difuntos que permanecían antes del terremoto en estado de ‘infinita calma’, son irrumpidos en su descanso para quedar expuestos al mundo de los seres vivientes, que se aferran al silencio sepulcral y a la tranquilidad inquieta. La escena termina con la confirmación de que “un día entrarán las máquinas y no será diferente”.
“¿Y tú cómo te sientes?”
Pregunta frecuente que acribilla los sentimientos de Jorge Luis, porque la mejor respuesta es el silencio, porque lo único que quiere es irse para siempre de ese lugar y empezar una nueva vida, cargar su mochila al hombro y caminar sin mirar atrás. Pero el personaje principal termina afirmando que irse significa empezar de nuevo y él no quiere empezar.
Acá les dejo la entrevista que le hizo Beto Ortíz a Fernando Vílchez en Buenos Días Perú: