Cuando la selección gana, todo el Perú celebra
La goleada peruana ante su par venezolano, en la disputa por el tercer puesto de la Copa América 2011, es un reflejo de la persistencia de un equipo de jugadores que, bajo el entrenamiento eficaz de Sergio Markarián, se atrevieron a desafiar de un modo distinto ese terreno que los últimos años les fue esquivo.
El fútbol es uno de esos lugares de encuentro en el que los peruanos aprovechan para desatar al máximo sus pasiones y exaltar sus furias que, mezcladas con la euforia, logran preñar un poco de esperanza en el corazón de los millones de personas que seguimos de cerca cada minuto del partido.
Si hay algo en el que la selección nos es fiel, es asegurarnos contiendas en la que los nervios superan cualquier límite.
Es verdad, aún nos falta mucho trecho por recorrer y corregir varias falencias, como el juego aéreo por ejemplo. Pero comparado con años anteriores, hemos dado un avance.
Markarián supo descubrir la forma de devolverles a nuestros jugadores esa confianza en sí mismos, eliminó gradualmente ese sentimiento de inferioridad que no nos dejaba destacar, ese amilanamiento que los traicionaba en momentos claves.
Por supuesto que hay valores, sueños y esperanzas compartidas. Un futuro que hace común denominador en los peruanos y nos devuelve la fe con miras a las eliminatorias para el Mundial en Brasil 2014.
Sinceramente, hemos sido testigos del mejor partido de la Copa América 2011, donde vimos a un Paolo Guerrero entregarse de principio a fin y convertirse en el gran goleador de la jornada. También debemos destacar la persistencia de Chiroque, Rodríguez y todo el equipo entero.
El desafío de nuestro futuro futbolístico está en seguir defendiendo la camiseta hasta el último segundo del partido, porque aunque en ciertos encuentros de este campeonato el marcador nos fue desfavorable, superamos con creces las situaciones más adversas.
El heroísmo en el fútbol se descubre cuando un equipo entero sabe reponerse después de una derrota. Y aunque perdimos el pase a la final, solo significó la pérdida de una batalla, pero la guerra por la esperanza la ganamos hoy.
No solo hemos defendido el honor, también ganamos respeto y recuperamos la dignidad futbolística ante los demás países. Porque cuando nuestro equipo gana, todo el Perú celebra.